La mayoría de los padres querría entrar en la cabeza de su hijo adolescente y adivinarle el pensamiento, saber por qué contesta mal o qué le ha hecho deambular por la casa como si viviese solo, sin hablar con nadie.
«No hay recetas mágicas», pero sí ayuda psicológica para aquellas familias que han entrado en una dinámica de peleas y conflictos que, en lugar de retroceder, va a más.
LA VERDAD. ES Edición ALBACETE
EDAD CRITICA
El caso es que, de la noche a la mañana, la convivencia puede convertirse en un auténtico infierno del que toda la familia es responsable, pero nadie tiene la culpa. Los primeros en acudir en busca de ayuda suelen ser los padres, quienes superada la cuarentena se encuentran con que se alejan de sus hijos adolescentes. En el 54% de los casos, los demandantes pertenecen a familias tradicionales y los hijos causa de sus preocupaciones rondan los 15 años.
Los psicólogos subrayaron ayer a este diario que los problemas con los hijos adolescentes suelen surgir en «familias muy normales». El absentismo y el fracaso escolar pueden hacer saltar las alarmas. No obstante, el conflicto suele surgir porque los chicos no obedecen; no respetan ni normas ni horarios; no ayudan en casa y toman el hogar como un hotel al que acuden a dormir.
Para colmo, hay un inadecuado manejo de las situaciones conflictivas porque «los padres se sienten desbordados ante la falta de control; no saben cómo recuperar el poder». Y es que en ocasiones llegan a intercambiarse los papeles. «Llega un punto -subrayó Mallorquín- en el que son los hijos los que mandan». No se trata por tanto de que los padres pierdan la autoridad sino de que sin darse cuenta acaban cediéndosela a los hijos.
La convivencia se deteriora porque hay un déficit de comunicación. Padres e hijos «hablan diferentes idiomas» y si bien los padres no se sienten respetados los hijos tampoco se creen escuchados. Es más, los adolescentes huyen del hogar, de la convivencia, para evitar las discusiones. Eso sí, en el fondo, ambas partes quieren el entendimiento, pero no lo alcanzan por falta de diálogo.
Los psicólogos hicieron hincapié en que la raíz del conflicto no es la violencia. La convivencia no funciona, pero «no hay ni adolescentes violentos ni malos padres». Es más, generalmente «son los padres quienes tienen que cambiar». Y es que, aunque los progenitores perciban que los chicos «pasan de todo», «se trata de la etapa en la que más necesitan su apoyo incondicional».
Los psicólogos insisten en que «no hay una receta mágica» para que un padre aborde la adolescencia sin problemas, pero sí insistió en que es fundamental que la pareja se preocupe por conocer a sus hijos y, sobre todo, «hay que empezar a educar desde que tienen un día de vida, desde que nacen».
Pero ¿COMO SE TRABAJA CON UN ADOLESCENTE?
Los psicólogos les ayudan a controlar la ira, a expresar sus sentimientos, a resolver los problemas, a negociar con sus padres y, ante todo, trabajan en la orientación de valores y metas: «qué quieren y qué hacer para conseguirlo».
La desesperación de los padres llega bien porque el chico se vuelve invisible o porque las peleas son constantes. Sin embargo, el 90% de los menores acude al servicio voluntariamente, por lo que hay interés por cambiar las cosas.
En opinión de Mallorquín, hay que normalizar la situación, aunque reconoció que los padres de ahora se encuentran con unos adolescentes que no son como ellos a su edad ni tienen los mismos medios a su alcance. Para empezar, «ahora la adolescencia empieza antes, sobre los 11 años, y puede alargarse hasta los 25 años».
La desesperación de los padres llega bien porque el chico se vuelve invisible o porque las peleas son constantes. Sin embargo, el 90% de los menores acude al servicio voluntariamente, por lo que hay interés por cambiar las cosas.
En opinión de Mallorquín, hay que normalizar la situación, aunque reconoció que los padres de ahora se encuentran con unos adolescentes que no son como ellos a su edad ni tienen los mismos medios a su alcance. Para empezar, «ahora la adolescencia empieza antes, sobre los 11 años, y puede alargarse hasta los 25 años».